27 de Febrero de 1844

 

Todos los años en nuestro país Republica Dominicana celebramos con orgullo una de las fiestas patrias mas importantes de nuestra nación. En ella recordamos con orgullo y valentía nuestra libertad, nuestra liberación del yugo extranjero que quiso hacer de todos nosotros esclavos y ser entes que aun siendo dominicanos pertenecer a otra región o país.

En ese glorioso día hace 178 años un grupo de dominicanos armados de valor e incansables luchadores tras mucho sacrificio y perdidas humanas trazaron una meta que parecía inalcanzable lograr la libertad y hacer de nuestro país tierras soberanas y lograr su independencia.

Son muchos los historiadores que narran de distintas maneras la gesta de la independencia de la Republica Dominicana, son muchas las personas que intervinieron para lograr nuestra libertad, son muchos los héroes y heroínas dominicanas que aun transcurrido todo ese tiempo son patriotas anónimos que algún día los que los omitieron van a salir relucientes en nuestros días.

27 de Febrero de 1844 : Recuentos de Nuestra Historia

Todos los años en nuestro país Republica Dominicana celebramos con orgullo una de las fiestas patrias mas importantes de nuestra nación. En ella recordamos con orgullo y valentía nuestra libertad, nuestra liberación del yugo extranjero que quiso hacer de todos nosotros esclavos y ser entes que aun siendo dominicanos pertenecer a otra región o país.

En ese glorioso día hace 166 años un grupo de dominicanos armados de valor e incansables luchadores tras mucho sacrificio y perdidas humanas trazaron una meta que parecía inalcanzable lograr la libertad y hacer de nuestro país tierras soberanas y lograr su independencia.

Son muchos los historiadores que narran de distintas maneras la gesta de la independencia de la Republica Dominicana, son muchas las personas que intervinieron para lograr nuestra libertad, son muchos los héroes y heroínas dominicanas que aun transcurrido todo ese tiempo son patriotas anónimos que algún día los que los omitieron van a salir relucientes en nuestros días.

El 27 de febrero por la noche todo estaba preparado para dar el golpe contra la dominación haitiana, contando los dirigentes de la Revolución con el concurso de los batallones 31 y 32, compuestos por dominicanos y reintegrados a la plaza de Santo Domingo apenas el 30 de agosto, así como con el apoyo de los hermanos Pedro y Ramón Santana, cuyo prestigio en el Este aseguraba el concurso de toda la región oriental.

El plan de los revolucionarios era tomar posesión de todos los fuertes de la vieja muralla que rodeaba la ciudad, tanto como del puerto y de la barca que enlazaba el barrio de Pajarito (actual Villa Duarte) en la parte donde antiguamente se fundó Santo Domingo, y la ribera occidental del río, contando para ello con numerosos oficiales y clases de la guarnición capitaleña que se habían comprometido en la revuelta.

Serra relata: "… se señaló el 27 de febrero a las 11 de la noche para proclamarse el advenimiento de la República Dominicana…" El punto de reunión era la Plaza de la Misericordia, al lado de la puerta que se conoce ahora como Puerta de la Misericordia. Continúa Serra: "Creíamos que el número de los concurrentes sería mayor, pero desgraciadamente éramos muy pocos. Comprometida es la situación, dijo Mella, juguemos el todo por el todo; y disparó al aire su trabuco." Este disparo marcó el inicio de la abierta acción separatista.

Acercándose entonces todos los patriotas al Baluarte del Conde, el cual fue entregado a los febreristas por el Oficial Comandante, jefe de destacamento militar del Conde, Teniente Martín Girón, quien había sido conquistado por don Manuel Jimenes, el mismo que en un futuro habría de ser Presidente de la República.

Desde ese momento, el Baluarte del Conde quedó convertido en cuartel general y centro principal de la Revolución, al dirigirse desde allí todas las operaciones e instalarse el primer Gobierno de la República, presidido por Sánchez, y con la denominación transitoria de Junta Gubernativa Provisional, de la cual formaban parte además, Ramón Mella, José Joaquín Puello, Remigio del Castillo, Wenceslao de la Concha, Mariano Echavarría y Pedro de Castro y Castro.

Luego que los rebeldes tomaron posesión del Baluarte, José Llaverías abrió el portón con una bayoneta a fin de que por ella penetraran los primeros refuerzos que recibió la República, llegados del cercano pueblo de San Carlos [en la actualidad, un barrio de la ciudad de Santo Domingo] al mando de Eduardo Abreu. El Teniente Ángel Perdomo preparó la artillería del mismo, así como la del fuerte de La Concepción; entre los que lo ayudaron hay que agregar a la tía de Sánchez, la heroica e infortunada María Trinidad Sánchez, quien "en sus propias faldas conducía pólvora para las murallas" y repartía cartuchos en las murallas.

La incursión realizada esa noche por el Coronel Deo Hérard (hijo del Presidente Charles Hérard ainé), se replegó al ser recibida por una nutrida descarga disparada por los patriotas.

La República Dominicana fue proclamada, en ausencia de Duarte, la noche del martes 27 de febrero de 1844 en la puerta de El Conde de la ciudad de Santo Domingo por Tomás Bobadilla, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Manuel Jimenes, Vicente Celestino Duarte, José Joaquín Puello, Gabino Puello, Eusebio Puello, Eduardo Abreu, Juan Alejandro Acosta, Remigio del Castillo, Jacinto de la Concha, Tomás de la Concha, Cayetano Rodríguez, Félix María del Monte y otros patriotas. En el Seybo, el mismo 27 en la madrugada, Pedro Santana, ya se había adelantado proclamando la Separación de Haití, siendo aclamado General del Ejército.

El día 28 de febrero, al amanecer, grupos de dominicanos tenían cercada La Fuerza (actualmente, Fortaleza Ozama) y todos los puestos de guardia haitianos, y turbas amenazadoras se arremolinaban en torno a las residencias de las personalidades haitianas de mayor significación; además, ya patrullas dominicanas recorrían todas las calles de la ciudad, Evidentemente amedrentado por la actitud agresiva de los dominicanos, el comandante General Henri Etienne Desgrotte suscribió dos cartas: una dirigida al Cónsul Saint-Denys, manifestándole el grave peligro que corrían los miembros de la colonia haitiana, dejando constancia de su disposición para iniciar negociaciones con los insurrectos; y la otra, dirigida a los revolucionarios de la Puerta del Conde, invitándolos a darle a conocer sus propósitos y sus aspiraciones. Esta gestión del General Desgrotte fue conocida por la Junta Gubernativa Provisional que se había constituido, de facto, desde la noche anterior.

La Junta Provisional respondió por escrito diciendo que la privación de nuestros derechos, las vejaciones y la mala administración del gobierno haitiano, nos ha puesto en la firme e indestructible resolución de ser libres e independientes, a costa de nuestras vidas y nuestros intereses, sin que ninguna amenaza sea capaz de retractar nuestra voluntad.

Mientras se escribía esta declaración, el tambor redoblaba incesantemente en el Baluarte, tocado por el soldado Nicolás de Bari en señal de libertad.
Los haitianos se consideraron sin fuerzas para combatir un alzamiento de tal magnitud, y para protegerse apelaron a los buenos oficios del Cónsul de Francia, Saint-Denys. Las negociaciones por intermedio del Cónsul francés avanzaron en el curso del día 28 y al llegar la noche, Desgrotte y sus oficiales y soldados habían capitulado mediante un documento de diez puntos que firmaron: la comisión designada por la Junta para negociar, la Junta misma, los comisionados de Desgrotte el propio Desgrotte y finalmente el Cónsul de Francia. La capitulación por parte de los haitianos garantizaba la entrega pacífica del Poder a los dominicanos y facilitaba la salida de los funcionarios depuestos y sus respectivas familias dentro de un plazo razonable y en condiciones honorables.

Aquel mismo día se confeccionaba la primera bandera dominicana, creada con elementos de la misma haitiana, colocándole a ésta una cruz blanca que partía en cuarteles las dos franjas horizontales -azul y rojo- del pabellón occidental. Posteriormente los cuadros azules y rojos de la bandera dominicana fueron alternados. La tradición popular le atribuye la confección de la primera bandera a Concepción Bona, vecina del célebre Baluarte.
El primer himno dominicano fue obra del escritor Félix María del Monte, teniente de la Guardia Nacional, quien lo improvisó mientras prestaba servicios en la Fortaleza Ozama el primero de marzo de 1844.

Con la entrega de la fortaleza, el arsenal y las oficinas de Hacienda, la Revolución se adueñó totalmente del poder el día 29 de febrero por la mañana y la Junta provisional dejó solemnemente constituida la República Dominicana nombrando, al mismo tiempo, varios delegados para que visitaran los demás pueblos de la parte del Este para comunicar las noticias de la Separación y tratar de que esos pueblos proclamaran a su vez su separación de Haití.


Fuentes Textuales: http://www.jmarcano.com/, https://www.mi-rd.com/Recuentos/27021844.htm

 

Por otra parte:

 

Independencia Dominicana


El 9 de Febrero de 1822, a tan sólo 39 días de haberse proclamado la independencia de España por José Núñez de Cáceres, el nuevo estado  fue invadido por 12,000 efectivos del ejército Haitiano. Se  pisoteaba la  soberanía del nuevo estado llamado Haití Español  y se le  anexaba a la segunda nación en conquistar su independencia en América (Haití). Así  se iniciaba  la  “larga tribulación”, que por 22 largos años sufrirían los dominicanos,  bajo la bota avasalladora del Dictador Haitiano General Jean Pierre Boyer.

En el presente,  hay  quienes cegados por el resentimiento y el prejuicio racial,  han pretendido desconocer  la verdadera historia, al sostener las expresiones de   Boyer. De que  fue llamado  a ocupar el territorio nacional, con la finalidad de  abolir la esclavitud y mejorar la economía del país. Para sostener dicho  juicio, el presidente Haitiano se basaba en el hecho de  que en el país no se disparo un tiro durante la ocupación, que su presidente José  Núñez de Cáceres le recibió con un abrazo,  a las puertas de la Capital.

La  realidad fue, que la población fue paralizada por el terror que le inspiraba aquel ejército compuesto por tártaros de ébano. Aún  perduraba   el recuerdo  las aterradoras escenas, perpetradas tan solo 20 años antes, por las tropas del General Jean Jacobs Dessalines y del  lúgubre General Cristóbal, en las invasiones de 1801 y 1805. Durante  estas invasiones los pueblos de  Monte Plata, La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís, San José de las Matas y Montecristi  fueron saqueados y luego quemados   por las tropas comandadas por el General Dessalines.

Pero peor suerte tuvieron los pueblos de Moca y Santiago que fueron atacados por el  General Cristóbal, pues sus poblaciones fueron exterminadas casi en su totalidad. En Santiago se efectuaron actos tan crueles como lo fue el arrojar a María Serra (quien padecía trastornos mentales) a las caudalosas aguas del río Camú, en la oscuridad de la noche.

También se engañó a la a  la población al pedírsele a la población a acudir a la iglesia tras garantizarles a todos la vida, ya en el templo decapitaron y desmembraron a más de 500 personas; el sacerdote Fray Pedro Geraldino fue ensartado en las bayonetas. Este acto de barbarie sin paralelo en nuestra historia, fue repetido en Moca, donde luego de cerrar las puertas de la iglesia  para que nadie pudiese escapar,  los feligreses fueron decapitados y desmembrados.

El  cura José Vázquez  fue quemado vivo en las  entrañas del  templo, además las autoridades del Ayuntamiento  fueron colgadas en un balcón del Cabildo, para dar testimonio de una crueldad satánica que trascendía el límite que separa al hombre de las fieras. (José Gabriel García. Hist. Sto. Dom. Tomo No.1, Pág. 314). Fue tan grande la matanza que la población disminuyó de 125.000 habitantes en 1797 (según el historiador martiniqueño Moreau de Saint-Mery) a 63.000 habitantes en 1819 (Censo levantado por los españoles antes de la invasión de Boyer) (La Isla al revés. Joaquín Balaguer, Pág. 103)

Por las razones expuestas, el pueblo optó por someterse sin disparar un solo tiro, al representante de un país superior en número a la sazón 600.000 Habitantes, que tenía el prestigio de haber derrotado al ejército de Napoleón Bonaparte. El falso argumento esgrimido por el unificador de Santo Domingo (Boyer) para justificar el sometimiento de los dominicanos, fue el de abolir la esclavitud en toda la Isla Española, pero la emancipación de un pueblo no justifica el sometimiento ni el exterminio de otro.

Las  verdaderas razones de la invasión residían en:

1. La adquisición de nuevas tierras, para lo que era necesario propiciar  la migración de los colonos para ocupar  sus tierras y propiedades y luego  repartirlas  entre la oficialidad del ejercito Haitiano, solidificando así  Boyer su posición de autócrata gobernante.

2. El de forzar a los habitantes de la parte española a pagar parte de los 150.000.000 Francos que requería Francia de Haití como  indemnización, para reconocer su independencia (Franklin Franco. Historia del pueblo Dominicano Pág. 184-185).

3. El de fusionar dos pueblos con raza, cultura, idioma, religión e historia diferentes, sin contar con la aceptación de los conquistados, este era un sueño largamente acariciado por el iniciador de la revuelta de los esclavos  “Toussaint Louverture”.

Tan pronto Boyer regreso a Haití, el  país  quedó  bajo la responsabilidad del General “Jerónimo Maximiliano Borgela. Se inició   la persecución del clero católico, en especial del arzobispo Pedro Valera, quien se negó a reconocer el nuevo Gobierno. Se ordeno el cierre  de la Universidad más vieja del Nuevo Mundo,  se cerraron las  escuelas y se sustituyeron los símbolos  hispánicos por los haitianos. También se  intentó abolir el uso del español como lengua y se implantó la Constitución Haitiana de 1816 que en sus artículos 38 y 39 ordenaba lo siguiente:

Art. 38.- Ningún blanco cualquiera que sea su nacionalidad, podrá poner pie en territorio haitiano a título de amo o propietario. Solamente se reconocerán como haitianos los blancos que formen parte del ejército, los que ejercen funciones públicas y a los admitidos en el país antes de la publicación de la Constitución del 27 de Diciembre de 1806. Para el futuro y después de la publicación constitucional, ningún blanco podrá aspirar a los mismos derechos ni ser empleado, como tampoco adquirir la ciudadanía ni propiedad en la República.

Art.39.- Por otra parte se permite después de un año de residencia en el país adquirir los derechos de ciudadanía y naturalización a todo africano, indo americano y sus descendientes nacidos en colonias o países extranjeros. El odio expresado en los artículos que preceden (nos recuerda el decreto lanzado por Dessalines de “muerte al blanco”) propició el que  la soldadesca haitiana  cometiera  horrendos crímenes, como lo fue el asesinato de Andrés Andújar y sus hijas las vírgenes de Galindo.

Estas jóvenes  junto a su padre fueron salvajemente violadas, luego descuartizadas y sus despojos lanzados a un pozo que les sirvió como sepultura.  Este repugnante acto fue perpetrado por los oficiales haitianos Condé y Lenoir (Joaquín Balaguer.”Centinela de la Frontera”, Pág. #19), quienes poseedores de una sexualidad desenfrenada  exacerbada por el alcohol, cometieron tan horrenda barbarie.

Hechos como este   motivaron  el inicio de una gran migración hacia Cuba, Puerto Rico y Venezuela; la población trataba  de   escapar a la ira racial  y a los desenfrenados apetitos sexuales de los invasores, así como  al filo de sus  espadas. Aquel  ejercito de bárbaros,  como el de Atila, arrasaba con todo lo que encontraba a su paso, nunca sabremos cuantos dominicanos murieron ni cuantos lograron escapar.

Pero si sabemos que al  término de la ocupación la población dominicana era de unos  30.000 habitantes, (según el libro “República  Dominicana” publicado por el Gobierno del Presidente  Cáceres),  se redujo en un 50 % en relación al censo efectuado por los Españoles  en 1819 donde fueron contadas 63.000 almas.

De esta forma se ensañaron los invasores con un pueblo indefenso, que su único delito fue el de ser el primado de América y el de estar compuesto por los  descendientes del Gran Almirante y de los aventureros que le acompañaron en la más grande de las epopeyas que re-cuerda  la humanidad. La primera manifestación de repudio contra la ignominiosa ocupación se inició   en el año de 1824 con la revolución de Los Alcarrisos,  quienes la encabezaron fueron fusilados.

Pero  resistencia organizada tendría que esperar el retorno de un joven nacido el 26 de enero de 1813, que debido al cierre de las universidades  había sido enviado a  Europa y Estados Unidos con la finalidad de educarse, nos referimos a Juan Pablo Duarte y Diez. Luego Europa  Juan Pablo  pudo ver como ideas liberales se habrían paso en el viejo continente y a su regreso junto a otros ocho compañeros funda la sociedad secreta la trinitaria,   el 16 de julio de 1838. La sociedad   quedó instalada en casa de  Juan Isidro Pérez, la cual estaba localizada frente a la Iglesia del Carmen; su propósito era  separar la parte oriental de la Isla Española de la República de Haití y crear en ella un estado libre y soberano. Los ideales de los trinitarios se basaban  en la doctrina cristiana y en ideas de igualdad   traídas por su fundador desde Europa.

Predicaban   que en el nuevo estado  las únicas diferencias que serian  aceptadas entre los hombres, serían las que derivan de las virtudes y los talentos; relegando así las  injusticias históricas  a un doloroso pasado que sólo perduraría en el recuerdo. Con el fin de recolectar fondos para la causa emancipadora y de crear espíritu público, los Trinitarios crearon la Sociedad Dramática “La Filantrópica”.  Esta sociedad  montaban obras teatrales alusivas que de algún modo resultaban aplicables a los opresores, así se esparció por todo el país la idea de la Independencia.

En marzo de 1843 el Movimiento La Reforma, liderado por el general Charles Herard, dio término al gobierno de Boyer quien llevaba 25 años gobernando la República de Haití y 21 años a los Dominicanos, acontecimiento que aprovecharon los patriotas para acelerar los preparativos de la independencia.

La información filtrada de labios de apátridas llegó a oídos del presidente Herard, quien se apersonó en la ciudad de Santo Domingo e inició una tenaz persecución en contra de los revolucionarios; siendo arrestado para luego ser liberado Matías Ramón Mella Castillo. El  líder del movimiento Juan Pablo Duarte  se vio forzado a partir en una goleta rumbo a Saint Thomas, razón que le impidió asistir a la noche de la Independencia, quedando el grupo bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez.

Además de los trinitarios existía el grupo de los afrancesados que a través del Cónsul Francés señor Levasseur  gestionaba el beneplácito de Francia a la independencia, a cambio de entregar la península de Samaná.  Al  enterarse los trinitarios del peligro que representaba  este grupo  para la formación de una nación totalmente libre y soberana, adelantaron sus planes emancipadores.

La noche transcurría plácida, el susurro de un grupo de ciudadanos que se acercaba a la Puerta de la Misericordia rasgaba su silencio, era la fecha escogida 27 de Febrero de 1844.
Los patriotas que se habían congregado en el  lugar  para iniciar la revolución se dispersaban, pues la  inseguridad y el temor se había apoderado de ellos. De pronto  un estampido redentor proveniente del trabuco de Matías Ramón Mella Castillo, desveló a  la soldadesca haitiana las intenciones del grupo. No había otra salida que luchar.

Tras un  nutrido tiroteo  los invasores capitularon, entregaron la plaza y las armas, la multitud eufórica marchó entonces hacia la puerta Del Conde, donde  retiraron el pabellón haitiano y enarbolaron en la más alta de las astas, la enseña tricolor bordada por Concepción Bona,   como signo de redención a 22 años de ignominia.

Así nacía la  República Dominicana, bajo el ideario del más inmaculado de los próceres americanos, Juan Pablo Duarte y Diez. En ella  no  perecería jamás la libertad, ni la igualdad entre los hombres.  Sus hijos estaban dispuestos a defender su independencia de toda nación extranjera, sin importar el precio a pagar, dándolo todo  por la Patria, incluso la Vida.

Dr. Luis M. Campillo


La Gesta de 1844

Puestos en contacto los conspiradores de la Reforma Haitiana con los conspiradores de la Separación Dominicana, se inició el plan para derrocar a Boyer, quien llevaba 25 años como gobernante de Haití, y 21 años gobernando a los dominicanos. La revuelta militar se inició en Praslin, una finca perteneciente a Charles Herard, quien contaba con el apoyo de hombres experimentados en asuntos públicos y con algunos de los cuales se formaría un gobierno provisional. El derrocamiento de Boyer se produjo en marzo de 1843, después de algunos choques armados.

Cuando la noticia de tal acontecimiento llegó a Santo Domingo, produjo un ambiente de agitación que amotinó a grupos dominicanos y haitianos antiboyeristas. Al mando de Duarte, del ex-diputado Alcius Ponthieux y del General Desgrotte, los amotinados con el grito de Viva la Reforma! intentaron apoderarse de la fortaleza de la ciudad, pero fracasaron cuando tropas gubernamentales los hicieron dispersarse y escapar a San Cristóbal.

Con el apoyo de la guarnición de dicho poblado se organizaron, logrando que moradores de Azua y de Bani formaran parte de un ejército de unos 2,000 hombres que marcharon a Santo Domingo, obligando a que el General Carrié renunciara al mando. En consecuencia, se formó una Junta Popular y Civil en Santo Domingo que sustituyó el gobierno del General Carrié. Varias juntas se formaron en otras localidades, siempre integradas por dominicanos y haitianos partidarios de defender la Reforma. Duarte participó activamente en la organización de las mismas.

El Gobierno Provisional que encabezaba Charles Herard convocó a las diversas juntas para elegir las autoridades municipales y también los diputados de la Asamblea Constituyente de la República, que debían redactar una constitución-liberal. Un grupo de dominicanos se hicieron partidarios de una posición autonómica sin romper con la indivisibilidad de la isla.

El grupo dirigió a la Junta Popular de Santo Domingo una petición en la que se señalaba que al no ser considerada la región del Este como un territorio conquistado, se le debía permitir escribir sus documentos oficiales en español, como también la observación del catolicismo, y de usos y costumbres locales.

Se creó además un ambiente de tensiones, de denuncias, de sospechas. La posición de los autonomistas originó debates entre dominicanos y haitianos. Estos últimos comenzaron a evidenciar que la unidad insular estaba en peligro. Para mediados de 1843, no sólo la agitación separatista publicaba todo tipo de documentación antihaitiana, sino que inclusive muchos trinitarios salieron triunfadores en las elecciones municipales, y trabajaban abiertamente contra la dominación que llevaba casi 22 años. La movilidad de los separatistas y en especial la de los Trinitarios le fue denunciada a Herard, quien decidió supervisar la zona dominicana, y quien al Ilegal a Dajabón descubrió que pese a los esfuerzos del predominio haitiano, los habitantes del Este seguían manteniendo su idioma y sus costumbres. En Santiago se inició la persecución de los Separatistas con el arresto de numerosos patriotas. Después continuó en Macorís y Cotuí donde Ramón Mella fue hecho prisionero.

Al llegar a Santo Domingo, Herard Constató con más certeza la rebeldía antihaitiana, al ser recibido con cierta hostilidad por parte de muchos ciudadanos de origen español quienes habían cerrado las puertas de sus casas en señal de protesta. Los Trinitarios tuvieron que desbandarse ante el despliegue militar efectuado por Herard para tomar el control y así detener la marcha de los acontecimientos separatistas.

Perseguidos con tenacidad, Duarte y algunos compañeros tuvieron que embarcarse clandestinamente rumbo a Saint Thomas, mientras otros tuvieron que ocultarse, o como Sánchez, fingir enfermedad. En medio de estas circunstancias, los Trinitarios se vieron desorganizados, pero pudieron recuperarse al quedar su movimiento de independencia bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez. Obligados a la clandestinidad, los Trinitarios se dividieron en dos grupos. Mientras uno estaba al mando de Sánchez y de Vicente Celestino Duarte, el otro estuvo dirigido por Mella, quien había sido dejado en libertad. En el exterior, Duarte buscó armamentos y otros recursos, principalmente en Venezuela y Curazao. Al no tener el éxito esperado, ordenó hacer uso de los bienes familiares en beneficio de la causa independizadora.

Además de los Trinitarios, los Separatistas afrancesados se movilizaron calladamente y obtenían el beneplácito del Sr. Levasseur, Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe. A través de él ofrecieron entregar Samaná si Francia apoyaba o protegía la Separación. Contando con tal apoyo Bueneventura Báez y sus seguidores planearon dar un golpe en abril de 1844.

Enterados del plan de los afrancesados, los Trinitarios decidieron adelantarse. Para enero de 1844, algunos hombres públicos como Tomás Bobadilla habían sido incorporados al movimiento. También para esa fecha publicaron un manifiesto como contraparte a otro publicado por los afrancesados en Azua. Mientras estos últimos justificaban la necesidad de separarse de Haití y acogerse a la protección de Francia, los Trinitarios invitaban a la rebelión abierta. En el manifiesto que hicieron circular profusamente, y el cual redactó Bobadilla, se establecía "el deber de los pueblos de sacudir el yugo", al mismo tiempo que anunciaba los males que había engendrado la ocupación haitiana, pero sin incitar al odio o a la venganza". Para febrero, la situación de Santo Domingo hacía propicio llevar a cabo el plan de la separación, como también las condiciones del gobierno de Herard, quien enfrentaba numerosos problemas en Puerto Príncipe y otras zonas occidentales, razón por la cual se había retirado de la región dominicana meses atrás con el apoyo de los hateros seibanos, los Trinitarios acordaron reunirse en la Puerta de la Misericordia el día 27 por la noche, y de allí marchar hasta el Baluarte del Conde, al mismo tiempo que se posesionaban de algunos sitios estratégicos. Una vez en el Baluarte izaron la bandera, y en medio de la agitación, las tensiones del momento y de un breve tiroteo que se produjo, proclamaron la independencia.

La misma no sólo constituía el fin del predominio haitiano, sino el nacimiento de la Republica Dominicana.

 

 

Fuentes Textuales: http://www.escritoresdominicanos.com/